Salió a la calle y le cegó la luz.
¿Pero no se suponía que era de noche? ¿De dónde salía esa luz? Subió a su casa otra vez y buscó las gafas de sol. Rebuscó en un cajón, en otro y un calcetín sucio, una vela inservible y dos recibos de la luz caducados después, ¡Voilá! aparecieron las gafas.
Cuando volvió a bajar, la calle estaba llena de gente con gafas de sol en plena noche. “¿Pero qué ha pasado?”, murmuraban todos.
Había un grupo de terraplanistas que se montaron su propia teoría y la explicaban a quien quisiera escucharla: “La tierra es plana y el sol se ha acercado demasiado, si caminamos hacia el otro extremo, siempre en línea recta, ya podremos quitarnos las gafas con tranquilidad”.
Los negacionistas, también tenían su teoría: “La Tierra no existe, el sol no existe, despertad, que Bill Gates nos está controlando con su chip gigante. Todo es un plan elaborado. Pero a nosotros nadie nos va a controlar”, decían mientras se quitaban las gafas de sol.
Un pequeño grupo de testigos de Jehová gritaba: “¿Qué os dijimos cuando fuimos a vuestras casas esta mañana? Es el fin del mundo”.
Marina acabó harta de tanta tontería. Subió las escaleras, entró en su casa, que estaba a oscuras, arrimó una silla a la ventana, sacó un libro y se puso a leer. Le habían cortado la luz esa mañana porque no había podido pagarla, así que, mira, mucho mejor disfrutar de esta luz mientras durara.
Abrió la primera página del libro y leyó: “Salió a la calle y le cegó la luz…”
Nunca hay mal que por bien no venga. Me ha encantado!
Jajaja, ya te digo. La chica no estaba para tonterías. Luz gratis.